Todo comienza cuando uno se da cuenta que la publicidad, en la vida real fuera de las paredes protectoras de la universidad, tiene un componente muy básico, está comprando y vendiendo de una manera muy elemental. “¡Como se le ocurre a este valluno difamar de las mieles de la creatividad!”, dirán los gurus de la publicidad pero quiero recordarles que después de que el genio de turno se le ocurre hacer un super afiche, basado en los rituales hedonistas de la Bahuhaus, libando las mieles del laudano, recorriendo a Rafael Chaparro en las nubes, Emile Cioran y dejando que Dream Theater posea sus geniales neuronas, su obra de arte pasa a manos de un impresor, que habitualmente ha recorrido un largo camino en la industria litográfica empezando como mensajero, vendedor dueño de una maquinita de una torre y luego con esfuerzo, sacrificio y terquedad, se consolida como base fundamental del gremio publicitario, ese impresor utiliza una máquina dirigida por un señor, siempre son señores que machista el gremio, con una formación técnica, con tinta recorriendo su piel ocho horas diarias, en la mayoría de los casos con una sensibilidad al color que muchos quisiéramos tener, le llaman el “ojimetro” y con algo claro en su vida, de ese trabajo depende su familia y el mercado del mes que viene.
El problema no está en el señor prensista, o en el que baja las peliculas, las cosas tienen un nivel de profundidad dramático rayando en lo Kafkiano cuando la obra maestra pasa de las manos del vendedor, por una orden de producción, luego por un planeador interno y luego por su asistente, después por el diseñador que hace los montajes para las películas y luego por la fotomecánica y por último llega a manos del señor de la maquina, el del “ojimetro”.
En ese pasar de mano en mano, la obra de arte corre muchos riesgos y ahí viene el cuento de V de Venganza y el escarnio público.
En mi corta carrera en esto de la publicidad, me he encontrado con excelentes aliados del lado de los proveedores, son ellos quienes arriesgan realmente capital de trabajo para que nuestras pequeñas Guernicas en formato brochure 4x4 cobren vida de una manera digna. Lo que sucede es que proveedores buenos, juiciosos, responsables, éticos, con criterio y además cumplidos son muy pocos y los que quedan en el camino están tan llenos de trabajo que no dan abasto y habitualmente quedan mal en cuanto a tiempos de entrega se refiere.
“Jefe, lo que paso fue que el mensajero se enfermo y cuando mandamos al hermano a recoger las películas suyas, trajo otras”, “Señor, entienda que cuando le dijimos que le entregábamos en tres días no tuvimos en cuenta que el viernes cumplía años el patrón y ahí fue que se nos alargo su trabajo hasta el martes”, “¿usted está seguro de que nos mandó las fuentes?, el diseñador estuvo mirando y no vio nada. ¿Señor, usted reviso la carpeta que está marcada como FUENTES? Ah es que como en la orden de producción no decía que mirara esa carpeta”
Puede sonar exagerado pero situaciones como estas son frecuentes en este negocio, lo que quiero poner en el escritorio para que lo discutamos y pensemos a fondo es esto, nuestro trabajo es muy delicado, requiere altas dosis de análisis y compromiso y cuando alguien queda mal en la cadena de producción las cosas pueden tener líos serios. El 16 de Diciembre pasado me tocó ver donde uno de mis proveedores una torre completa de novenas sin refilar a las dos de la tarde porque una de sus maquinas estaba descompuesta, no me quiero imaginar la angustia del cliente esperando el material para repartir en un centro comercial, y es imposible mover la fecha de entrega.
Claro está que los accidentes pasan, que es factible que esas cosas sucedan y se salgan de las manos de los proveedores, pero también es cierto que nuestra tolerancia con esas cosas hacen que la costumbre se vuelva norma y por eso cuando a uno un proveedor ( de cualquier área) le dice que la entrega es el jueves en la mañana a uno le toca decir que es el sábado para no quedar mal con el cliente, y con toda la precaución que uno puede tomar a veces le toca decirle al cliente “Doctora lo que paso fue que el proveedor me quedo mal por algo de una maquina” y a uno se le olvida que uno es también proveedor de sus clientes.
En Cali, tenemos un santo a quien todos los publicistas odiamos un poco, se llama San Nicolás. El nombre corresponde a un barrio antiguo en el centro de la ciudad donde se fueron agrupando desde hace muchos años los tipógrafos, litógrafos, fotomecánicas, distribuidores de papel, y en general toda la cadena de impresión. .Allí uno encuentra quien le plastifique un trabajo grande de un día para otro, por las calles pasan muchachitos pre adolescentes arrastrando carretillas llenas de papel para llevar donde “el mocho” de la esquina, él se encarga de refilar el material o reducirlo al tamaño necesario, luego estos personajes llevan los papeles ya cortados para que en una casa vieja cinco o seis señoras le realicen los acabados necesarios para que luego en otro sitio hagan control de calidad, fajillen y entreguen al que consiguió el negocio. Viéndolo de este modo es una gran familia que gira alrededor de las tintas, el papel, nuestras pequeñas obras de arte. Pero el “fue que” se lo encuentra uno cuando jovencitos que han aprendido a manejar programas de diseño gráfico como Corel Draw o Illustrator, encargados inicialmente de organizar el material para impresión, ofrecen “logos” por treinta mil pesos, diseño de “imagen corporativa” por gaseosas…. “´¿Cuánto le debo por el diseñito? Ah fresco patrón tíreme ahí para la gaseosita” A ese nivel se encuentra la competencia en nuestro negocio, pero los grandes impresores no se salvan ya que alli no tienen al novato aficionado al diseño; en las grandes empresas cuentan con equipos de diseño de hasta diez tecnólogos muy bien capacitados en lo técnico, excelente operarios de programas gráficos y con este equipo humano regalan el diseño, entregan la imagen corporativa por la compra del material impreso , es decir, dejan de lado cualquier asociación de marca, conceptualización estratégica, el branding, grupo objetivo, construcción de la X, aplicaciones permitidas y no permitidas, análisis semiótico de la tipografía quedan de lado. Honestamente puedo decir que muchas veces uno siente que esta “durmiendo con el enemigo” porque los proveedores, esos amigos que nos ayudan a ver impresos nuestros sueños y los del cliente, son nuestra competencia y uno finalmente entiende a los clientes. Pero es como si el deposito de materiales que vende el cemento, arena, ladrillo le hiciera competencia al arquitecto o que en la droguería le dijeran a uno :” siga patroncito, lo suyo es un problema de la tiroides, eso se lo cuadramos rapidito, ¿ya pagó las inyecciones?”